El profesor
José R. abusó sexualmente de Johana, estudiante de tercer año de bachillerato
del Instituto Nacional Técnico Industrial (INTI) a cambio de aprobarle la
materia que le impartía y que ella había reprobado. Lea el relato de la
estudiante.
Salí de clases a las 3:30 de la tarde. Me fui directo a la
parada de buses. Ahí estuve esperando un buen rato. De repente me di cuenta que
no tenía la gabacha, que la había olvidado. Era sábado 3 de mayo.
Regresé al salón de clases. Solo
estaba el profe sentado en su silla, frete al escritorio. No había nadie más. Le
comenté que regresaba porque había olvidado la gabacha. “Dale, pasá”, me dijo.
Agarré la gabacha y me despedí de él.
Entonces me dijo: “Mirá, ¿hoy no te vino a traer tu novio?”. Le contesté que
no. Entonces me preguntó que cuántos años tenía. Le respondí que dieciocho.
“Vení, sentate. Vamos hablar sobre tus notas”, me dijo. Yo iba mal en una de
las dos materias que él me daba.
“Mirá, para mí vos ya dejaste la
materia. Te lo digo por experiencia, personas que igual a vos han dejado
la materia y han aplazado el año”. Yo comencé a sentir una gran
aflicción, pero no le contesté nada. “¿Sabés qué? Cerrá la puerta, no quiero
que nadie me interrumpa”. Yo me levanté y fui a cerrar la puerta.
Después me continuó diciendo: “Mirá,
vos tenés dos ceros en Autocad. Y con eso ya te quedaste. Yo veo que le pones
esfuerzo, pero eso no es suficiente. No das el ancho para sacar adelante la
materia. Así como estás, vas a ser una más de la lista”. Yo me comencé
afligir, pero continuaba escuchándolo en silencio.
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“Mirá, seamos claros. Vos vas a dejar
el año. Por eso te estoy hablando ahorita. ¿Vos qué pensás?, ¿qué podemos hacer
para que pasés la materia?”.
Le pedí que me dejara trabajo extra,
pero me respondió que no tenía tiempo para estar calificando tareas extras.
Entonces le pregunté que cuánto me iba a costar cada punto. Me dijo que no era
del tipo de maestros que cobraba dinero.
Le dije que no podía hacer nada más.
Que lo único que me quedaba era esforzarme. “Es por demás el esfuerzo. Por eso
te estoy hablando ahorita. Pénsalo bien. Mira, la única manera que vos podés
pasar la materia es que lo hagamos”.
¿Hagamos qué?, le dije. “Hagámoslo.
Es la única forma que vos vas a pasar. Es mejor que aceptés ahorita y no a
última hora”.
Yo sabía por dónde iban sus
intenciones. Pero en ese momento yo no le quería decir ni que sí, pero tampoco
le quería decir que no. Solo me quedé callada. Estaba superafligida. Lo primero
que se me vino a la mente fue mi papá y mi mamá.
A la vez me quedé estúpida. No podía
creer que él me estuviera diciendo eso. Podía haber creído de otros profesores
que se me habían insinuado antes, pero no de él.
Hasta cierto punto yo accedí porque
no le dije nada. Él vio que yo me quedé cortada. Se levantó de la silla, me
tomó del brazo y me dijo que me fuera al fondo del salón. Cerró las ventanas.
Me tomó de los hombros y me puso contra la pared.
Luego me desabrochó el pantalón, me
bajó el blúmer y me comenzó a tocar las piernas… después me penetró. Yo comencé
a llorar y le decía que parara, que ya no siguiera. Que me lastimaba. Cuando
terminó, me dijo “ya ves que no era tan difícil”.
Luego me dijo: “Mirá, yo tengo mis
políticas. Una vez no va a resolver todo tu año. ¿Me entendés? Y no quiero que
le vayas a comentar a nadie. Total discreción. ¿Oís? Bien sabés que de las
aguas mansas, líbrame Dios”.
Me quedé idiota y sin decirle nada.
Estaba llena de cólera. Asqueada. Ni siquiera caía en cuenta lo que había
pasado. Todo fue en un abrir y cerrar de ojos. Lo que más quería en ese momento
era salir corriendo. Irme para la casa.
Entonces, me pidió que me levantara y
que saliera por la puerta de atrás. Sacó las llaves y fue abrir la puerta. Se
escondió entre la pared y la puerta. “Salí, salí, salí”, me dijo.
Lo primero que hice fue lavarme la
cara en un chorro. Estaba nerviosa y me sentía desorientada. No hallaba que
hacer. Me fui para la casa de mi mamá. No le quise contar nada. Solamente traté
que no me notara que estaba rara. Me fui al baño y vi que en mi blúmer había
gotitas de sangre.
El lunes regresé a clases. Lo que
menos quería era encontrármelo. El martes tuve clases con él en Autocad. Yo ni
lo veía, pero él se acercaba a cada rato y me ayudaba con el trabajo.
Una compañera que estaba a la par mía
hasta se sorprendió porque él es de esos maestros que explica la clase al grupo
en general. No anda ayudándoles a los estudiantes individualmente.
Al final de la clase vi que me había
puesto diez en la nota. Yo le pregunté que porqué me había puesto esa
nota. “Vos ya sabés nuestro acuerdo”, me dijo. Solo me dio una gran cólera.
Sabía que esa nota me la iba a cobrar.
Después de la clase, mi compañera me
dijo que me notaba rara. Me preguntó que porqué el profe me había ayudado. Yo
no pude más, le conté todo lo que había pasado y la abracé. “No, Johana (nombre
ficticio). Ese viejo maldito no se pude quedar así. Tenés que
denunciarlo”, me dijo.
Yo le respondí que eso no era
posible. Que si le decía al director, lo más seguro era que me expulsaran a mí,
o que me dijeran que era una mentirosa. No me iban a creer.
Ese mismo día se lo conté a mi novio.
Se puso muy enojado. No me quería hablar. En realidad, no sé qué pasaba por su
mente. A lo mejor sentía asco de mí. O quizá pensaba en cortarme.
No sé, pero él tenía razón. Hasta
cuando se calmó y dejó que le explicara cómo habían sucedido las cosas, me
abrazó y comenzó a llorar de pura cólera. Eso fue martes.
El viernes fui a preguntar a
coordinación si el sábado íbamos a tener clases. Me dijeron que el instituto
iba a estar cerrado porque era 10 de mayo. Cuando iba caminando, me lo encontré
en un pasillo, me dijo que el sábado me iba esperar en el salón de
clases. Pero ni tonta que iba a llegar.
El lunes 12 de mayo, le fui a decir
todo al director. Estaba nerviosa. Cuando él terminó de escucharme se recostó
en la silla y me dijo que se sentía decepcionado por lo que me había pasado. Me
dijo que yo tenía que denunciar, porque era una sinverguenzada que él no podía
encubrir.
Llamó a la gente de ISDEMU (Instituto
Salvadoreño para el Desarrollo de la Mujer). Ellas me llevaron donde un
psicólogo y después al hospital Zacamil, ahí me hicieron examen de sangre, de
embarazo y otros más. Bien noche me dieron los resultados.
El miércoles fuimos con la gente de
ISDEMU a interponer una denuncia a la Fiscalía, de ahí me llevaron hacer un
examen a Medicina Legal. ¡Ay! Yo sentí una vergüenza horrible porque me atendió
un médico. A todo esto, mis papás no sabían nada, solo con mi novio anduve
dando estas vueltas.
El lunes, cuando regresé a clases,
muchos de mis compañeros ya sabían todo. Algunos me comenzaron a decir que era
una regalada y que por mi culpa habían suspendido al profe. Era el punto de
atención. Hablaban a mi espalda y me ignoraban.
Yo quería desaparecer, que me tragara
la tierra. No entendía porque me trataban así. Después lo entendí. Una de mis
amigas me contó que el día que lo suspendieron, el profesor llegó a la clase y
les dijo que ya no iba a estar con ellos porque una alumna lo había denunciado
por acoso sexual. Dicen que anduvo llorando por todo el instituto, diciendo que
era una injusticia.
De toda mi familia, a mi mamá fue la
primera que le dije. Después lo supo mi papá. Ambos me apoyaron. Me dijeron que
nunca más volvería a poner un pie en ese instituto. Me sentí muy triste, porque
perder un año escolar no es fácil. Saber que todo el esfuerzo ha sido en vano.
Es frustrante. Por eso, en ese momento, se me vino todo el mundo encima.
Denuncia ante Fiscalía
El profesor José R., de
aproximadamente 50 años, quien daba clases en el Instituto Nacional Técnico
Industrial (INTI), ha sido suspendido temporalmente.
La directora departamental de San
Salvador del Ministerio de Educación (MINED), Liliam de Benavides, confirmó a
Diario1.com que la suspensión es mientras el docente enfrenta el proceso
judicial.
“Dependiendo de la resolución de los
tribunales competentes, será la Junta de la Carrera Docente (JCD) quien
determine el futuro del docente”, explicó.
La Fiscalía General de la República
(FGR) aún no ha presentado una denuncia contra el profesor en los tribunales.
Aún se encuentra recopilando las pruebas que fundamentará su acusación.
ISDEMU ha delegado a la Fundación
Mujer Legal para que asesore a la estudiante y sirva como querellante en el
proceso judicial.
Este diario también supo que el MINED
ha gestionado para que Johana pueda continuar su tercer año de bachillerato en otro
centro educativo y, de esta manera, no pierda su año escolar.
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